Después de ser rechazado por
algunas revistas profesionales españolas de prestigio, este artículo fue
publicado en www.psiquiatria.com. Incorporo
al Blog su texto, y quien desee comprobar las referencias señaladas, puede
verlas en el original pulsando este enlace: el
sombrío pronóstico de las depresiones ligeras.
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Aunque pueda
parecer paradójico, existen razones para pensar que es peor deprimirse con una
sintomatología ligera que padecer una depresión con síntomas graves. En este
artículo intentaremos exponer los argumentos por lo que pensamos así.
La depresión
es una enfermedad mental frecuente en la población general. En Europa alcanza
una prevalencia del 7%1, de los cuales, el 81% son depresiones
ligeras o moderadas2. Las depresiones
ocupan el primer lugar en años de incapacitad acumulados a lo largo de la vida
en el grupo de enfermedades mentales y orgánico-cerebrales3. Un tercio de las depresiones están
de baja laboral más de dos semanas4 y pasan más días
encamadas que los enfermos de hipertensión, diabetes y artritis5. Las
depresiones tienen un riesgo de pérdida de días laborales casi cinco veces
mayor que los controles. En las depresiones
ligeras este riesgo es casi el doble. Y como son más prevalentes que las
graves, acumulan un 51% de días perdidos más que estas últimas6. En el año 2004 las
depresiones ocasionaron en España un gasto de algo más de cinco mil millones de
euros, las tres cuartas partes de los cuales fueron costes indirectos
promovidos por esas incapacitaciones temporales; sólo el 9% fue causado por los
tratamientos farmacológicos recibidos7.
Se sabe que ese deterioro laboral ocasionado
por la depresión cede cuando se trata adecuadamente la enfermedad8. Por tanto, cabe
la sospecha de que si las depresiones ligeras acumulan tal número de días
perdidos y duran más tiempo que las depresiones clínicamente reconocidas (5,3
vs 2,2 años) 9, se deba a que no se detecten a tiempo, ni estén bien
tratadas. En caso contrario, no habría explicación para tales cifras.
Existen
evidencias que avalan nuestras sospechas: las depresiones ligeras se diagnostican mal (la fiabilidad
diagnóstica entre psiquiatras en estos casos es muy baja10); se
detectan mal y tarde9; son incluidas en otros apartados diagnósticos
como el de los “trastornos adaptativos”11; o, simplemente, quedan sin etiquetar en ese cajón
de sastre que son los cuadros “no clasificados en otra parte”12.
Y lo más importante de todo es que se
tratan aún peor4, lo que puede tener consecuencias de largo
alcance.
SE DIAGNOSTICAN MAL:
Las depresiones
ligeras se detectan mal y tarde9,10. Eso es algo que puede suceder por
causa de los enfermos y, también, por la de los médicos, psiquiatras incluidos.
a.- Por causa de los enfermos.
A los pacientes
deprimidos les cuesta un gran esfuerzo reconocerse como enfermos13,
por lo que no acuden al psiquiatra; ni siquiera al médico generalista (el
famoso "fenómeno del iceberg" descrito por Watts en la década de los
sesenta del siglo pasado14). Está bien documentada la
"ceguera" de estos pacientes ante sus síntomas depresivos por típicos
que sean15,16. Una ceguera que podría tener su origen en la
incapacidad de los enfermos para advertir y expresar sus emociones; fenómeno
que Sifneos denominó alexitimia17,
y cuya presencia entre los sujetos deprimidos está bien documentada a nivel
ambulatorio (51% en los hombres, 28% en mujeres)18-21.
En la población
general, sólo un tercio de los sujetos que sufren tres o más síntomas
significativos de depresión (un modo de medir la gravedad del cuadro) acuden al
psiquiatra22. Y parece demostrado que la asistencia a los Centros de
Salud Mental está en relación directa con el número de síntomas que sufren los
pacientes; las posibilidades aumentan cuando existe comorbilidad23,24.
Luego, si sólo un tercio de los pacientes con mayores probabilidades de acudir
a los médicos, acuden a ellos, es que tenemos un problema.
Tal situación
se da, sobre todo, en las primeras fases depresivas, en las que el sujeto
carece de referencias para entender que lo que le sucede es un trastorno psíquico
y no una mala racha en la vida (se sabe que alcanzan puntuaciones bajas en el
ítem “introspección” de la Escala de Hamilton para la depresión25.
Como, además, esas primeras fases están más desencadenadas y en ellas
prevalecen los síntomas ansiosos sobre los inhibidos, los enfermos tienden a
atribuir su estado más a una mala reacción a su entorno que a una enfermedad4,25-28.
Esa es la principal razón de que no se les ocurra acudir al médico por ello.
Es razonable
pensar que no resulta fácil detectar casos que no se presentan como tales y
comunican mal los datos que permiten una adecuada identificación.
b.- Por causa de los médicos.
Uno de cada cinco pacientes atendidos en
Atención Primaria son ansiosos o depresivos y resultan fácilmente diagnosticables
como depresiones ligeras29. Pero más de dos tercios
de esos enfermos son mal identificados13,30-33.
Suele argumentarse
que eso se debe a la presencia de síntomas somáticos en estos enfermos
y al poco tiempo que dispone el médico de Atención Primaria para atenderlos; lo
que les hace centrarse en el síntoma de presentación30,34,35.
Eso es cierto. Pero, además, como estos pacientes suelen estar ansiosos, los
médicos de Atención Primaria tienden a identificarlos como simples reacciones
ansiosas; y cuando se atreven a tratarlos les administran, principalmente,
ansiolíticos36,37. Actualmente existen campañas de concienciación para
los médicos de Atención Primaria, a lo que se suma la fuerte presión de la
industria farmacéutica. Todo ello está consiguiendo que estos profesionales
administren antidepresivos serotoninérgico a dosis irrelevantes38;
con frecuencia, incluso a pacientes no
diagnosticables de depresión39.
Estas
campañas de enlace de los psiquiatras con los médicos de Atención Primaria
tienen sus efectos positivos en la detección y tratamiento de los casos, pero
no con la extensión deseada; porque la toma de conciencia del médico
generalista sobre este problema sigue dependiendo, sobre todo, de su interés
personal inicial en el tema40.
c.- Por
causa de los psiquiatras.
Los
psiquiatras no actúan mejor. Y eso resulta
preocupante.
La baja
concordancia de los psiquiatras para diagnosticar las depresiones ligeras está
bien documentada10. Bebbington ha encontrado, además, que la identificación
de las depresiones ligeras disminuye drásticamente ante la presencia de algún
posible factor desencadenante, por muy imprecisa que sea41. Quizás
por eso, en los Centros de Salud Mental el diagnóstico que adquiere mayor
relevancia sea el de "trastorno adaptativo" de tipo depresivo. El
predominio de la ansiedad en estos casos4 y sus numerosas
somatizaciones34,42,43, juegan un papel esencial para esos
diagnósticos, pues todo junto mueve al psiquiatra, casi automáticamente, a
etiquetar las depresiones ligeras como depresiones "neuróticas"44
o como “trastornos adaptativos”11. Un
diagnóstico, este último, muy sobredimensionado y no sólo a nivel ambulatorio45-47.
Sin embargo, el estudio europeo ODIN, fracasó cuando
intentó encontrar en la población general variables capaces de diferenciar los
“trastornos adaptativos” de la depresión. Y encontró tasas de prevalencia media
para los “trastornos adaptativos” del
0,3%, muy por debajo de lo esperado por las veces que los enfermos reciben ese
diagnóstico en las consultas y en los hospitales generales45,46. Mientras que para
la depresión encontraron prevalencias del 7%1.
No existen tantos “trastornos adaptativos”, y quizás
sea llegado el “tiempo de adaptar la
categoría de trastornos adaptativos” en los sistemas de clasificación de
los trastornos mentales, como han señalado Baumeister y Kufner48.
Porque
se ha comprobado que el diagnóstico de “trastorno adaptativo” se superpone sin
dificultad con el de depresión ansiosa46 (una entidad que muchos no admiten a pesar de representar la mitad de los enfermos mentales atendidos49)
y, también, que los psiquiatras “tienen algunos problemas en diferenciar
entre los trastornos adaptativos y los depresivos”50. Lo que bien
podría estar ocasionado por la escasa operatividad de su actual definición11,
o porque son la misma cosa, añadimos nosotros28.
Queda mucho
por hacer para conseguir que los psiquiatras detecten adecuadamente a las
depresiones ligeras.
“VINOS VIEJOS
EN ODRES NUEVOS”.
Todo ello sería,
pese a todo, un mal menor si no fuera porque las etiquetas mencionadas llevan
asociadas un modelo terapéutico diferenciado. Y eso sí que tiene trascendencia.
El hecho de
que estos pacientes tengan una gran ansiedad en sus primeras fases y estén más precipitadas,
despierta en la mente de los psiquiatras un automatismo que les recuerda la
vieja división de las depresiones en “endógenas” y “reactivas” (o “neuróticas”)28,41.
Es una forma estereotipada de pensar que un célebre estudio de la OMS puso de
manifiesto en diferentes países del mundo con distintas culturas hace ya algún
tiempo51;
pudiéndose comprobar que sigue vigente en nuestros días52.
Los
psiquiatras parecen tender a considerar las depresiones ligeras o moderadas como “simples” depresiones menores; y al
asociarlas, más o menos ambiguamente, al concepto de “neurótico” o distímico, o al de los “trastornos
adaptativos”, las tratan como si no
fueran depresiones verdaderas. De hecho, se conoce muy poco sobre la
evolución de estas depresiones por el escaso interés prestado a su estudio. El
número de artículos publicados con un mínimo de rigor metodológico es escaso53.
Y no es cosa del pasado, repetimos. Es algo
que está ocurriendo en estos momentos11,54-58.
Hay que
olvidar viejos estereotipos. Ni las depresiones “endógenas” o “melancólicas” están
tan poco precipitadas o empeoran por las mañanas como señala el modelo
tradicional, ni las “neuróticas” carecen de carga familiar para las
depresiones, ni dejan de responder a los fármacos antidepresivos27,28,59-61.
Existen
autores que afirman que “ambos” tipos de depresiones son realmente aspectos diferentes
de la misma enfermedad28.
Mientras se
mantengan esos viejos estereotipos, seguirán existiendo estas tasas tan altas
de casos mal diagnosticados y peor tratados.
SE TRATAN MAL:
La mayoría de las
depresiones ligeras no reciben el tratamiento adecuado, ni por parte del
médico de familia36, ni por la de los psiquiatras, que es más
preocupante.
Se ha
comprobado que los psiquiatras prescriben a las depresiones ligeras, preferentemente,
psicoterapia62,63, o sólo ansiolíticos64, cuando no
antidepresivos a dosis infraterapéuticas65, o ningún tratamiento66,67.
Sólo un tercio de estos
pacientes están adecuadamente tratados con fármacos antidepresivos68.
Probablemente,
esta actitud terapéutica suceda porque se asimila conceptualmente la depresión
ligera con la depresión "neurótica", "reactiva" o “menor”;
y a estas últimas con el abordaje terapéutico psicológico o ansiolítico en
exclusiva54-57. Y todo ello a pesar de que desde hace tiempo existen
evidencias sobre la irrelevancia de la distinción endógeno/neurótica de la
depresión para predecir la respuesta a los antidepresivos69-71.
Pero
es que se sabe que las depresiones ligeras responden mejor a los antidepresivos que a los ansiolíticos72,73;
lo hacen incluso mejor que las
depresiones moderadas y graves74. Por otro lado, un reciente
metaanálisis ha determinado que las distimias responden mejor a los
antidepresivos que a los placebos en estudios controlados75.
La
respuesta a la psicoterapia basada en la
introspección no alcanza resultados superiores al placebo en las
depresiones ligeras. Probablemente
debido a su alexitimia76,77.
La psicoterapia que ha mostrado mayor utilidad es la cognitiva78. La mezcla de fármacos antidepresivos y terapia cognitiva
evitan abandonos y refuerzan la eficacia79, aunque no potencien
una mejor respuesta80.
FACTORES DE CONFUSIÓN.
Debido
principalmente a que no se consideran depresiones verdaderas, se encuentra en
la bibliografía internacional elementos que permiten sostener cierto pesimismo
en cuanto al cambio de actitudes de los psiquiatras para el tratamiento de las
depresiones ligeras.
Por ejemplo,
algunos autores encuentran que para las depresiones ligeras “la
medicina alternativa ofrece resultados prometedores”…, “de
larga duración” (ácidos grasos omega-3, Hipérico (o hierba de San
Juán), folatos, S-adenosil-L-metionina (SAMe), acupuntura, la terapia liviana,
ejercicio, y psicoterapias)81,82.
Otro reciente
metaanálisis de las guías terapéuticas americanas y europeas ha encontrado que
la oferta de tratamiento para las depresiones es más dispar que para otros
trastornos. Pero, además, que algunas de esas guías recomiendan para las
depresiones ligeras hacer ejercicio y mantener una espera vigilante. Sólo si eso falla, recomiendan aplicar psicoterapia. Y alguna añade, con cierta
timidez, que también podrían darse fármacos antidepresivos83.
Olvidan estas guías, que muchas depresiones ligeras no son más que los pródromos
de depresiones francas84, con un inicio “tímido” que podría atajarse
con eficacia antes de que aparecieran los síntomas más invalidantes8.
Por si eso
fuera poco, otros metaanálisis observan que las depresiones ligeras y moderadas responden a los placebos y no se benefician mucho de los
antidepresivos85,86. Estos estudios no han tenido en cuenta
las investigaciones que muestran que las depresiones ligeras responden a largo plazo a los antidepresivos
incluso mejor que las
depresiones moderadas y graves72-74.
Ante semejante
perspectiva, el riesgo de que las depresiones ligeras continúen sin ser
tratadas adecuadamente con los fármacos antidepresivos a los que responden72,73
es muy alto.
EFECTO PLACEBO Y RESPUESTA PLACEBO.
La existencia
de publicaciones sosteniendo que las depresiones ligeras responden a placebo ocasionó
una discusión en el 163 Congreso de la Asociación Psiquiátrica Americana celebrado en Nueva
Orleans en 2010. Allí
se intentó diferenciar entre lo que era un efecto
placebo (alivio más o menos momentáneo provocado por la creencia de tomar
un principio activo) y la respuesta placebo, que sería el efecto beneficioso
obtenido por los pacientes al saberse atendidos y escuchados. Lo que no deja de
ser una respuesta terapéutica. Aunque no se dijo nada del tipo de enfermos que
se incluyen en esos ensayos clínicos, que algunos psiquiatras clínicos
sospechan que probablemente no sean depresiones.
Lo cierto es
que nadie parece haber pensado en que se sabe desde hace tiempo que los
pacientes no distinguen entre sus síntomas ansiosos y depresivos87,88.
Esa distinción la hacen los psiquiatras cuando entrevistan a sus pacientes
porque se les ha entrenado para ello. Aunque no establecen esas diferencias
cuando se trata de sí mismos. Con respecto a ellos mismos, los psiquiatras
presentan las mismas dificultades para diferenciar sus síntomas ansiosos de los
depresivos, como los pacientes87. Por eso, ante una mejora de la
ansiedad (que puede calmarse con una charla
comprensiva o por la acción inicial de los antidepresivos), los enfermos
afirman sentirse mejor. Si se insiste en las preguntas, añadirán que están
igual de mal de ánimos que al principio. Pero haberse beneficiado de ansiolísis
les hace sentirse subjetivamente mejor89.
Es posible que
tal resultado sea la mencionada respuesta
placebo. Aunque no tan placebo. Porque
se sabe desde hace tiempo que los síntomas ansiosos son los que antes mejoran
en los ensayos clínicos y en la práctica clínica diaria89,90. Pero
el núcleo de la sintomatología depresiva permanece activo. Lo que significa que
aunque el paciente se encuentre mejor, su cuadro depresivo no ha remitido; el
enfermo no está recuperado; aún no se ha producido la restitutio ad integrum de
la Psiquiatría de hace tres décadas. Como en las depresiones ligeras predominan
los síntomas ansiosos4,43, cuando estos mejoran bajo la acción
ansiolítica de los antidepresivos, es posible que se interprete como un efecto
placebo. Pero la sintomatología depresiva se mantiene22. Para
detectarla están los psiquiatras…, si estuvieran mejor entrenados10,91.
En estos casos, los pacientes sólo estarán parcialmente remitidos, pero no del
todo, pues el núcleo de la depresión permanece activo.
Tales
remisiones precoces, o parciales, nos lleva al problema de los síntomas
residuales de la depresión.
LOS SÍNTOMAS RESIDUALES DE LA DEPRESIÓN.
La tercera parte de los pacientes depresivos
“remitidos” no lo están completamente y presentan una serie de síntomas
mitigados que se han denominado “residuales”92. La presencia de esos
síntomas “residuales” es importante, porque condicionan un mayor riesgo de
recaída en seis meses de seguimiento, y de una forma tres veces más rápida que
en aquellos pacientes que no los tienen84,93,94.
Los autores del presente artículo no pueden dejar de
preguntarse si se trata realmente de recaídas o son simples agravamientos de la
misma fase, aún no resuelta. Porque los síntomas “residuales” de los que habla
la bibliografía son, entre otros: el insomnio, la fatiga, los síntomas
somáticos, y las cogniciones depresivas95,96. Pero, también, el
ánimo deprimido, la ansiedad psíquica, la pérdida de interés y gusto por las
cosas y la falta de impulso a la actividad96,97. Una encuesta
realizada sobre psiquiatras españoles ha mostrado que ellos también consideran
estos últimos síntomas “residuales” como los más relevantes98.
Nos resulta muy difícil admitir como síntomas
residuales al ánimo deprimido, la ansiedad psíquica, la pérdida de interés y la
falta de impulso a la actividad. Estos son, más bien, síntomas nucleares de la depresión99,100 que permanecen
algo mejorados pero aún activos. Y si el núcleo de la depresión no ha
desaparecido, esas depresiones sólo están aparentemente remitidas. Son depresiones clínicas en activo, no
simple sintomatología “residual”. Lo que ha mejorado es el grupo de síntomas
ansiosodependientes, pero queda el resto, que en absoluto es menos importante89,90.
Para nosotros, tales síntomas “residuales” no
reflejan más que depresiones que realmente no han remitido. Pero resulta
preocupante que algunos psiquiatras crean que el ánimo deprimido, la anhedonia,
y la falta de impulso a la actividad puedan ser síntomas “residuales”. Eso es
desconocer la esencia de la depresión99.
Convendría
escuchar mejor a los pacientes y atender a lo que ellos valoran como remisión
completa. Los enfermos, suelen encontrarse completamente restablecidos, no sólo
cuando han remitido sus síntomas depresivos, sino cuando han logrado alcanzar
“ser ellos mismos” otra vez; con el mismo nivel de funcionamiento, de impulso a
la actividad y gusto por la vida que antes de enfermar101. Esa es la medida de la recuperación; la
referida, y clásica, restitutio ad integrum.
CONSECUENCIAS DE LA MALPRÁXIS TERAPÉUTICA.
No identificar
ni tratar adecuadamente a estos enfermos puede tener consecuencias de largo
alcance. Se prolonga su sufrimiento innecesariamente9, se les coloca
en el primer lugar en años de incapacitad acumulados a lo largo de la
vida en el grupo de enfermedades mentales y orgánicas-cerebrales3,
por no hablar de los costes que ocasionan7, cuando se sabe que
tratados adecuadamente todo eso no se
produce8. Y dejarlas
en ese limbo de “inclasificados”12 sólo hará aumentar la prevalencia
de la depresión en la población al estar más tiempo expuestos al recuento
epidemiológico, como, de hecho, sucede102-105.
Pero es que,
además, todo eso aumenta el riesgo de cronificación de los enfermos; lo que
podría ocasionar cambios persistentes en su personalidad, condicionándolos para
toda la vida.
a.- Cronificación.
Aunque no
existe un consenso generalizado para determinar las variables asociadas con la
recuperación de la depresión106, sí se considera un factor relevante
para la cronificación el empleo de dosis insuficientes de antidepresivos65,107,108,
la retirada precoz de los mismos109, el inicio excesivamente tardío
del tratamiento farmacológico110, así como el incumplimiento del
tratamiento farmacológico por parte de los pacientes111. Un tercio
de los enfermos identificados y tratados no siguen las indicaciones de sus
psiquiatras112. Algo que sucede significativamente más entre los
enfermos que no se recuperan que entre los que responden adecuadamente al
tratamiento113.
Se han incluido
como otros factores que obstaculizan la recuperación, la presencia de
trastornos de la personalidad o de “neuroticismo”110,114-118; aunque
otros señalan que es peor la presencia de "endogeneidad" o
"psicoticismo"119,120. La presencia o ausencia de factores
desencadenantes resulta irrelevante para la respuesta terapéutica70,121-124.
Pero conviene añadir que se han valorado como factores que obstaculizan la
recuperación la intercurrencia de problemas de salud incapacitantes o los
fallecimientos múltiples entre los familiares próximos cuando el enfermo se
encuentra en pleno episodio depresivo125, así como la presencia de
dificultades serias o la ausencia de soportes sociales adecuados124,126.
b.- “Neurotización”.
La
“neurotización” del enfermo es otro de los riesgos que supone retrasar su
diagnóstico y tratamiento. La fase depresiva añade en la personalidad de los enfermos rasgos de “neurotización”
por los que se sienten más dependientes127, más evitadores de riesgo
y menos resolutivos que antes de enfermar128. Rasgos que desaparecen
cuando remite la fase depresiva129-131, pero se mantienen si esa fase no se ha resuelto adecuadamente130.
En las
depresiones de inicio más precoz (<26 años), las modificaciones “neuróticas”
inducidas por la fase depresiva son más intensas que en los casos de inicio más
tardío132. Algunos casos, mantienen esos rasgos inducidos por la
fase depresiva incluso aunque la fase haya remitido completamente133.
Todo ello
permite sostener que cuando una fase depresiva en sujetos jóvenes que están
madurando se prolonga más allá de lo necesario, se cronifica, aun con una
intensidad sintomatológica muy ligera, y mantiene esos rasgos de
“neurotización” de la personalidad producidos por la propia enfermedad, se favorecerá
el desarrollo de su personalidad en torno a esas vivencias depresivas, “neurotizándolos”28. Lo que
cerrará el círculo, pues los rasgos neuróticos en la personalidad son, a su
vez, factores de riesgo para la cronificación110,114-118.
Estos casos
“neurotizados” con frecuentes reagudizaciones recaerán de forma permanente
sobre el sistema sanitario aumentando los costes43. Está comprobado
que los casos que presentan síntomas “menores” son hiperfrecuentadores de los
Servicios de Salud134.
Y conviene no olvidar que las somatizaciones
son también muy frecuentes en los casos depresivos graves; sea cual sea el modo
de presentación del paciente al médico135. Si los psiquiatras se
dejan llevar por el automatismo mental mencionado más atrás, corren el riesgo
de dejar también a depresiones claramente establecidas en este limbo sin forma de
los cuadros “menores”, con los riesgos señalados.
Las depresiones severas, clínicamente
identificadas, en sujetos seguidos hasta el momento de su muerte (el mayor
plazo de seguimiento posible) arrojan cifras de cronificación del 18%136.
Pero nada sabemos de la cronificación real de las depresiones ligeras por la
escasez de estudios fiables relacionados con el tema53.
LAS PREVISIONES.
Si, como se ha
visto, las depresiones ligeras se detectan mal y se tratan inadecuadamente, es
previsible que su riesgo de cronificación sea elevado. En los casos más
jóvenes, es posible pensar que la larga duración del episodio depresivo, en
unas etapas del desarrollo vital en las que la personalidad está modulándose,
condicionen la maduración de dicha personalidad, que se estructurará sobre
vivencias depresivas, “neurotizándola”. Y, como también se ha mencionado, el
"neuroticismo" es una condición que facilita la cronificación de la
depresión; con lo que queda así cerrado un círculo fatal, como se refleja en la
Figura l.
Es posible que
esta visión de los hechos pueda considerarse catastrofista. Pero existen
suficientes datos en la bibliografía científica para soportarla. Viene
observándose desde hace algunas décadas que la depresión aparece en sujetos
cada vez más jóvenes, con
sintomatología ligera y aspecto más “neurótico” (mayor riesgo de no ser
detectados)28,137-140. Se ha constatado que esos jóvenes
deprimidos no reciben tratamiento farmacológico antidepresivo66.
También se ha visto que las depresiones ligeras, al acompañarse de síntomas
ansiosos, cuando reciben un tratamiento farmacológico se basa fundamentalmente
en ansiolíticos4. Y otro dato significativo es que las depresiones
en la comunidad duran significativamente más tiempo que las depresiones
clínicamente reconocidas9. Hay riesgos serios de que una proporción
importante de estos sujetos jóvenes terminen “neurotizados” de por vida. Con
todas sus consecuencias personales y sociales.
Si tenemos en
cuenta que el 7% de la población padece una depresión1, y
que el 81% de ellas son depresiones ligeras o moderadas2, podemos hacernos una idea del volumen
de enfermos “no clasificados en otra parte”12 o considerados simples
“trastornos adaptativos”11 que circulan por nuestras calles. Sujetos
que los psiquiatras tienen por merecedores de terapias más o menos
“alternativas”81,82 porque creen que responden a placebo85,86.
Que es muy parecido a asumir que no son depresiones verdaderas.
Si
extrapolásemos esas cifras de prevalencia (7%)1 a la población
española (con todas las cautelas que merecen esta clase de ejercicios)
encontraríamos que para 43.076.000 de habitantes en el año 2010 existirían
2.729.000 de sujetos deprimidos (aproximadamente toda la población de la
Comunidad Autónoma de Galicia). Si el 81% de ellos son depresiones ligeras o
moderadas2 (2.210.490),
y son tratados adecuadamente con antidepresivos un tercio de ellos68,
resulta que, sólo en España, existen casi un millón y medio (1.481.028) de
sujetos sometidos a este riesgo de no ser detectados ni tratados como conviene.
Una cifra considerable.
Hay pues,
razones para preocuparse por el porvenir de las depresiones ligeras. Porque esta
situación no ha cambiado con el paso de los años47. Los psiquiatras
hemos de realizar un esfuerzo importante para ajustar nuestros conocimientos a
las necesidades reales de estos pacientes y aprender a diagnosticar depresiones
de un modo más efectivo. Después de todo, si la mayor parte de las depresiones
que se encuentran en la población general tienen el patrón sintomático ligero o
moderado2, y no el más grave que se acostumbra a ver en los
hospitales, será porque la enfermedad ES
mayoritariamente ASÍ: más o menos
ligera. La obligación de los psiquiatras será aprender a detectarlas con
pericia y a tiempo28,141. Resulta excesivo el número de pacientes
que no son diagnosticados, y no reciben el tratamiento adecuado142,
y resulta escalofriante que los médicos consideren la mayoría de las
depresiones que atienden como comprensibles y justificables143. Es
decir: no depresiones.
Las
depresiones ligeras o las (así llamadas) subsindrómicas, es decir, aquellas que
reúnen todos los ítems necesarios de los criterios diagnósticos operativos para
la depresión mayor, menos uno, producen un deterioro general de la salud tan importante
como el de las depresiones francas. Son depresiones tan verdaderas como las
depresiones clínicamente reconocibles, razón por la que deben ser incluidas en
el grupo de estas últimas144. El diagnóstico hay que basarlo más en
la significación clínica del cuadro, en el malestar ocasionado y en los cambios
inducidos en los rendimientos, que en la presencia de un número determinado de
síntomas89,145. O, más acertadamente, en la presencia de los
síntomas centrales o nucleares que revelan la verdadera naturaleza anímica de
la depresión, estén desencadenadas o no99, sea cual sea su
intensidad, predominen los síntomas ansiosos o inhibidos28.
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