Cuando el día 10/09/1586 se izaba el obelisco situado en el centro de la Plaza de San Pedro, en Roma, todos los obreros permanecían en silencio bajo pena de muerte para que se escucharan bien las órdenes de maniobra. Pero la tensión de las centenares de cuerdas que levantaban la enorme mole de piedra (350 toneladas en 25 metros de longitud) estaban tan tensas que amenazaban con romperse y hacer caer al suelo al obelisco. En medio del mutismo general, pese a la orden de silencio dada, el marinero genovés Bresca, gritó en su dialecto: “Daghe l'aiga a le corde!” (“agua a las cuerdas”). De ese modo, los bramantes se acortaron y se pudo finalizar la labor sin riesgos.
Bresca fue detenido, pero no ajusticiado; pues su iniciativa había favorecido la erección del famoso obelisco que, en caso contrario, se habría hecho añicos. Al contrario, fue premiado por su acción.
Algunos consideran este grito como la expresión de la presencia de ánimo de alguien que intenta resolver un problema difícil, pese al riesgo de que esa acción reporte consecuencias personales.
Hoy, más que nunca, en España hay que lanzar ese grito: “¡¡¡ AQUA ALLE FUNNI !!!” para salvar el país pese a sus dirigentes.
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