jueves, 11 de enero de 2024
UN LIBRO DE EDUCACIÓN SEXUAL INFANTIL PARA TODA LA FAMILIA
domingo, 25 de junio de 2023
UNA FUENTE DE DERROCHE DE AGUA DE LA QUE NO SE HABLA.
En épocas donde la sequía alarma, se pone en evidencia la necesidad de gestionar mejor el gasto del agua. Pero siempre que se plantea este problema no se alude nunca a una importante fuente de derroche cotidiano de ese líquido tan esencial: el uso que hacen algunas mujeres del chorro del cabezal de la ducha para masturbarse.
De promedio, solemos gastar unos 20 litros de agua por minuto al ducharnos. Eso significa que, si asumimos que una mujer bien motivada sólo necesita cuatro minutos para alcanzar el orgasmo masturbándose, gastará 80 litros en cada ocasión que utilice la ducha con ese propósito.
Las pocas encuestas existentes sobre este tema sin intereses espurios (como las casas comercializadoras de juguetes eróticos), hablan de que el 2% de las mujeres utilizan este método para masturbarse (excluyendo las que lo usan de forma esporádica). Eso significa que en una población de un millón de mujeres, 20.000 utilizan exclusivamente este método. Suponiendo que lo hagan tan sólo una vez a la semana, esas 20.000 mujeres gastarían 1.600.000 (más de un millón y medio) de litros de agua, lo que supone 6.400.000 (casi seis millones y medio) de litros al mes.
En 2021, había en España 24.137.787 mujeres (veinticuatro millones ciento treinta y siete mil setecientos ochenta y siete. Suponiendo en un 80% la población femenina mayor de 18 años, da un total de 19.310.229 (diecinueve millones trescientas diez mil doscientas veintinueve).
Si de esos 19.310.229 de mujeres el 2% se masturba con la ducha sólo una vez a la semana nos encontramos con una cifra de 386.204 mujeres (trescientas ochenta y seis mil doscientas cuatro), las cuales gastarían en esa única ocasión semanal la friolera de 30.896.320 (treinta millones, ochocientas noventa y seis mil, trescientos veinte) litros de agua, sólo masturbándose.
Se calcula que las personas del mundo desarrollado beben unos 3,2 litros de agua al día como promedio; esto es: 96 litros en un mes. Eso significaría que esas mujeres malgastarían de ese modo el agua que necesitan 9.655.100 (nueve millones seiscientos cincuenta y cinco mil, cien) personas para beber ese día.
Podemos entretenernos en repetir estos cálculos considerando que esas mujeres tengan tales encuentros íntimos con el cabezal de la ducha en varias ocasiones a la semana, o en lo que supondría ese gasto al mes, o los días de agua malgastadas para que bebieran menos personas de las mencionadas en una semana, o el malgasto ocasionado por más de ese 2% de mujeres que usan este método para masturbarse (pues hoy se sospecha que son más de ese 2%), etcétera. Pero ya me he extendido bastante y el ejemplo puesto es suficientemente ilustrativo. Los interesados en este tipo de cálculos pueden hacer los suyos.
Pero lo dicho nos permite llegar a dos conclusiones.
Conclusión A: La masturbación femenina con la ducha es una importante fuente de derroche de agua.
Conclusión B: Es probable que se prefiera no hablar de ello porque se trata de mujeres; si de hombres fuera, saldría en todas las noticias y con su punto de ironía.
Respecto a la masturbación femenina consúltese
https://files.acrobat.com/a/preview/e7d47d69-6240-46be-bd87-3b91fc6ab5dc
y
https://www.amazon.es/dp/B09KN45MWK/ref=pe_27091411_487056151_TE_item
Respecto al porcentaje de mujeres que se masturban solo con la ducha consúltese el informe Hite (https://acrobat.adobe.com/link/track?uri=urn:aaid:scds:US:fc8b80aa-ea56-3597-b43a-81ce274acf48).
Respecto al consumo de agua, consúltese a https://www.fundacionaquae.org/cuanta-agua-consume-la-ducha-minuto/amp/?gclid=Cj0KCQjw6pOTBhCTARIsAHF23fJZFmfI6xtLpA1RvyWmrj9HiTun2011xqcdBPtDn28tAcbO7jv4mc0aAvftEALw_wcB
sábado, 26 de marzo de 2022
EL MANUSCRITO GRIEGO
¿Qué haría el Vaticano si las bases de su poder pudieran quedar en entredicho por un hallazgo arqueológico?
"El Manuscrito griego" plantea esta interrogante y muestra lo difícil que se lo puede poner la curia a la arqueóloga española que intenta publicar el manuscrito encontrado.
Será un camino lleno de sorpresas, recorrido en las turbulentas semanas que siguieron al atentado terrorista del 11-M en Madrid, con una historia de amor y suspense que nos lleva a los inicios del cristianismo.
Una novela de 520 páginas que te atrapará sin remedio y puede adquirirse en estos enlaces.
jueves, 9 de diciembre de 2021
¡¡Y AHORA GRATIS!!
Ya está disponible en formato PDF mi libro titulado "DÓNDE ESTÁN LOS HOMBRES" LOS GRANDES OLVIDADOS DE LA REPRODUCCIÓN ASISTIDA". ¡¡Y es gratis!! (sigue estándolo, igualmente, en formato papel)
Como
señalo en otra parte, este libro da voz a los varones que deben aportar
muestras de semen por diversas circunstancias clínicas, en el contexto de la
humanización de la Medicina. Una voz que no se escucha, por lo que se ignora todo sobre sus problemas y dificultades en esas circunstancias.
Puede descargarse gratuitamente en formato PDF desde este enlace (sin virus).
Pero
si se prefiere tenerlo en papel puede adquirirse desde este otro enlace (igualmente sin virus). Pero
entonces ya no es gratis, por los gastos de impresión y trasporte.
miércoles, 3 de noviembre de 2021
LA SEXUALIDAD DE LAS MUJERES MAYORES Y SU RELACIÓN CON LA MASTURBACIÓN
¿Tienen deseos sexuales las mujeres tras la menopausia? Y puesto que la masturbación es la práctica que mejor muestra la autonomía sexual de la mujer, la más sencilla y accesible ¿se masturban las mujeres mayores?
domingo, 24 de octubre de 2021
LA CASA DE LOS NIÑOS
La alarma del mini ordenador que Silvia tenía en su muñequera sonó,
molesta como siempre, a las siete en punto de la mañana. El Sol aún no había
conseguido despejar las brumas de la noche, pero Silvia tenía que ir al trabajo
y no era cosa de remolonear demasiado.
Tras
apagar el zumbador y desperezarse intensamente en la cama para tonificar los
músculos de su cuerpo, la joven se masturbó con rapidez para comenzar la mañana
cargada con la energía aportada por el orgasmo. La noche anterior había hecho lo
mismo al meterse en la cama para conseguir el beneficio contrario: relajarse
bajo el efecto ansiolítico del clímax y dormirse con la misma profundidad que
los bebés.
Era
esta una costumbre rutinaria y de larga data, a la que añadía otras sesiones de
lo mismo cuando estaba psicológicamente tensa, estresada, aburrida, o,
simplemente, excitada por cualquier circunstancia sensual. También lo hacía en
aquellos contactos sexuales con amigos más o menos regulares cuando sentía que
no iba alcanzar el orgasmo durante la cópula. Ella era dueña de su cuerpo y de
su propio placer por lo que no dejaba nada al azar en tales circunstancias. No
dependía de nadie para nada y mucho menos en una cosa tan íntima como esa.
Silvia
tenía treinta años. Era bióloga especializada con las más altas calificaciones
en Fertilidad Humana. De metro ochenta de alto, delgada, atractiva, con una
larga melena de color azabache y penetrantes ojos grandes del mismo color,
tenía una presencia imponente que le impedía pasar desapercibida en cualquier
entorno. Estaba soltera y pensaba seguir así hasta consolidar su puesto de
trabajo y pensar en otras cosas. Mientras tanto, se relacionaba emocional y
sexualmente con hombres que llamaban su atención, sin esperar encontrar entre
ellos al que le hiciera cambiar de opinión, pero sin renunciar a que eso ocurriera.
Se
levantó desnuda y se dirigió al cuarto de baño para ducharse. La climatización por
aerotermia obtenida individualmente en cada estancia de su apartamento, le
permitía a ella y a todos los habitantes de la ciudad, acostarse sin nada que
cubriera innecesariamente sus cuerpos fuera cual fuese la estación del año en
la que se encontrasen. En ese tiempo, todas las edificaciones eran autosuficientes
en cuestiones de energía. La fotovoltaica, proporcionada por los eficientes
paneles solares dispuestos en las tejas de los techados, los bordes de las
esquinas de todas las edificaciones y los cristales de las ventanas, más la
derivada de la fotosíntesis natural de los jardines verticales que configuraban
las paredes de los inmuebles, nutrían a cada piso de la electricidad necesaria
para el consumo diario de todos los electrodomésticos, aparatos de
climatización incluidos.
Tras
ducharse y vestirse, Silvia, introdujo en la impresora 3D doméstica los ingredientes
alimenticios de la receta que, por repetida, había memorizado desde mucho tiempo
atrás. Después, extrajo de su embase un fluido blanco, sintético, con aspecto y
sabor a leche que mezcló con un polvo de extracto de café, también de origen
artificial, que dio al líquido el aspecto del café con leche tradicional. Lo
puso en el microondas y pulsó simultáneamente su botón de encendido y el de
arranque de la impresora 3D. Y en el tiempo que se calentaba el biosimilar del
café con leche, la otra máquina imprimía sobre el plato una tibia rebanada de
pan de molde de crujiente textura con el aspecto de estar ya tostada, con una
crema por encima que aparentaba ser mantequilla azucarada. Pero le gustaba
alternar el desayuno. Y en otras ocasiones, lo que sobrenadaba la rebanada de
pan era el biosimilar de una loncha de jamón ibérico de bellota, entreverada de
tocino, con unos chorritos de aceite de oliva virgen extra por encima, estampado
igualmente por la impresora 3D. Sólo había que cambiar las cápsulas biodegradables
de los ingredientes a introducir en la máquina y elegir el programa informático
pertinente.
Los
deshechos así acumulados eran compostados en el mismo edificio y servían de
abono a los jardines verticales que abrigaban sus paredes externas.
Hacía
años que se habían abandonado los métodos de cultivo y ganaderos primitivos, y
se habían sustituido por procedimientos industriales de elaboración sintética
de los componentes nutrientes alimenticios con los que se elaboraban el
contenido de las cápsulas con las que cargar los diferentes tipos de impresoras
3D que se encontraban en el mercado. Estas, con el programa de ordenador
correspondiente, podían imprimir biosimilares de cualquier alimento imaginable:
desde simples aceitunas sin hueso hasta chuletones de ternera bien tiernos. E,
igualmente, productos más elaborados como frutas, pizzas, chorizos, salchichas,
o los componentes a mezclar con agua caliente para elaborar un biosimilar del
exquisito cocido madrileño. Los envases eran igualmente impresos con elementos
biodegradables por las empresas que los comercializaban. Cuando el proceso de
impresión era demasiado complejo o alargado en el tiempo como para llevarlo a
cabo en casa, existían tiendas especializadas donde se compraban esos productos
ya elaborados a nivel industrial, cortados y empaquetados en biosimilares de
papel transparente, perfectamente degradables, en fracciones individuales. Eran
piezas que simulaban los antiguos cortes de carne y pescado de diferentes
tipos. En casa, po-dían cocinarse con los robots de cocina polivalentes de modo
que, una vez en el plato, apenas eran distinguibles en aspecto y sabor de los
antiguos chuletones, costillares, lubinas, salmones, y demás piezas de carne,
pescado o derivados lácteos. Se había conseguido que incluso los biosimilares de
las legumbres, el caviar o las angulas fueran indistinguibles de las originales.
Siendo igualmente vistosos y nutritivos.
Tras desayunar y vestirse, Silvia salió
con rapidez hacia su lugar de trabajo y recorrió los tres kilómetros de
distancia en apenas quince minutos, cruzando en bicicleta los arbolados
bulevares en los que habían convertido las vías principales de la ciudad hacía
ya varios años para hacerlas más humanas, atemperadas y ecológicas.
Ese, y los diversos motociclos
eléctricos, eran el principal medio de transporte privado que, con el metro
público, permitían trasladarse a los ciudadanos por toda la ciudad en tiempos
muy breves. Los coches eléctricos polivalentes (que pueden desplazarse por
tierra, mar y aire) estaban reservados para recorrer largas distancias interurbanas,
junto a los trenes de alta velocidad que disponían de sus propios medios de
generación y almacenaje de energía electromagnética. Lo que, junto a la
ausencia de la ganadería y los cultivos intensivos, habían permitido reducir la
superficie dedicada a ello y repoblar de árboles nuevos bosques que proporcionaban
un ambiente relajante de aire limpio a tiro de piedra de cualquier ciudad,
grande o pequeña. Tales acciones habían permitido humedecer el ambiente, reducir
las temperaturas, aumentar el régimen de lluvias e incrementar el caudal de los
ríos.
Silvia dejó su biciclo en el
aparcabicicletas del enorme edificio que albergaba su local de trabajo y entró
en las oficinas por la puerta principal que ya estaba abierta. Como siempre, y
movida por la costumbre, ignoró el cartel situado encima de la entrada con el
logotipo de la empresa que se anunciaba con grandes letras rojas: "La Casa de los Niños".
En la sala de recepción esperaban dos
parejas jóvenes, una de ellas más nerviosa que la otra, separadas por unas
mamparas que les impedía mantener cualquier clase de contacto entre sí y
mantener la intimidad. Eran precisamente sus dos primeras citas de la mañana.
Tras encender el ordenador, cuya
pantalla estaba empotrada bajo la ventana transparente enmarcada en el tablero
del escritorio, colocarse un auricular inalámbrico en el oído izquierdo, y
acomodarse en su silla ergonómica, comprobó la identidad de las personas que
esperaban y pulsó el teclado de la computadora. Con esa acción, un código alfanumérico
apareció en la pantalla de la sala de espera avisando a la primera pareja que
podía pasar. Era otra forma de preservar aún más su intimidad; cosa que no se
ha-bría conseguido llamándoles por su nombre. En esa época, cualquiera hubiera
podido teclearlo en su ordenador de muñequera e identificar al interpelado en
un momento.
-Hola -saludó el varón al entrar-. Somos
Andrés y Zoé del la Revista "El Futuro está Aquí". Hablamos contigo
por teléfono.
-Como te dijimos -continuó Zoé mientras
se sentaban sin esperar a ser invitados a hacerlo-, queríamos hacer un
reportaje sobre el trabajo que desarrolláis en esta empresa. Algo más extenso
que la información que refleja vuestra página de Internet. Queremos que los
lectores conozcan con fidelidad en qué consiste vuestro quehacer.
-¡Sí, sí: lo recuerdo! -respondió
Silvia-. Pues como queráis. Estoy a vuestra disposición.
-Eh…, bueno -prosiguió Zoé algo
azorada-. Imaginemos que somos pareja y queremos que nos des detalles de tu
trabajo.
-Entendido -respondió Silvia-.
Supongamos entonces que venís porque queréis tener un hijo.
-Bien -dijo Andrés-. Deseando tener un
hijo ¿qué circunstancias nos llevarían a solicitar vuestros servicios?
Silvia indicó:
-Antes de responder a eso quiero salir
al paso de un bulo malintencionado que algunos grupos contrarios a nuestra
actividad siguen haciendo correr por las redes sociales y la prensa en general.
Nosotros no fabricamos niños ni los vendemos; no comerciamos con bebés.
Prestamos un servicio bien distinto y cobramos por ello, naturalmente; nuestros
gastos son cuantiosos y la empresa ha de ser viable. Quiero que eso quede bien
claro. Disponemos de la mejor tecnología existente para facilitar la gestación
de una criatura que siempre sería hija biológica de al menos uno de los
solicitantes, sin lugar a dudas. No fabricamos niños; ayudamos a las personas a
tenerlos. ¿Entendido?
Sin esperar respuesta, Silvia prosiguió:
-Y respondiendo ahora a la pregunta.
Obviamente, si queréis tener un hijo podéis optar por el método tradicional;
aún hay personas que lo hacen así y nosotros, ahí, no tenemos nada que decir ni
ofrecer. Pero supongamos que no podéis tenerlos por la vía antigua o, lo más
frecuente entre nuestros clientes -añadió mirando a Zoé-, podéis tenerlos pero
no queréis pasar por el engorro y los riesgos de un embarazo, o vuestra situación
laboral no os permite distraeros con una circunstancia tan exigente en lo social
y lo biológico como es una gestación, o no deseáis pasar por las molestias del
parto, del puerperio, la lactancia, la caída posterior de los pechos, la
flacidez del vientre y todas esas cosas. Ahí es donde intervenimos nosotros,
porque nuestro objetivo fundacional fue, y es, liberar a la mujer de la
esclavitud que supone atender a los requerimientos reproductivos de la
especie..., gestando los hijos por ella.
-Desde que existís, siempre se ha
formulado la pregunta sobre qué mujer podría querer eso -apuntó Zoé-. Porque supone
renunciar, dicen, a las cálidas sensaciones del embarazo y a la maternidad que
es algo muy intrínsecamente femenino.
-No, no, no, en absoluto. No estamos de
acuerdo con esa definición. En primer lugar, no todas las mujeres desean pasar
por las sobrevaloradas sensaciones del embarazo, que no todas son positivas
aunque se prefiera no hablar de ello. Y por el otro, la maternidad no consiste
en gestar y parir hijos como creen algunos; eso ya lo hacen los animales. Se es
madre, o padre -miró a Andrés-, cuando crías
al hijo, lo cuidas, lo educas, lo conduces y le guías durante sus primeros
pasos. Cuando le das cariño y apoyo, preparándolo en un hogar tranquilo y
equilibrado para que se desenvuelva autónomamente en un ambiente que le será hostil
cuando sea adulto. Eso es ser padre o madre. Si ser madre fuera simplemente
parir, estaríamos afirmando entonces que las madres adoptivas no lo son. Con
nuestro proyecto, las mujeres simplemente se liberan del derroche de energía
biológica y psicológica que supone un embarazo y el parto, para centrarse en la
maternidad propiamente dicha. Que es algo menos física (aunque la crianza cansa
lo suyo) y la puede ejercer en un plano de igualdad respecto a la paternidad;
sin la esclavitud impuesta por la Naturaleza de pasar por el embarazo y el
parto con los senos llenos de leche como las vacas. Libramos a la mujer de ese
papel animal y la igualamos al hombre que es padre desde una perspectiva,
digamos, más intelectual. Con nuestro sistema, las mujeres serán madres de la
misma manera que ellos son padres; mirando los toros desde la barrera, en
cuanto al embarazo y parto se refiere. Querrán a sus hijos del mismo modo que
los padres quieren a los suyos aún sin haberlos parido. Y aunque no los paran,
esos hijos que nosotros les ayudamos a gestar no dejan de ser suyos. Tanto
biológica como legalmente.
-Sí, lo entiendo -intervino Andrés-.
Pero hubo un tiempo en que eso se discutió mucho ¿no? Porque afirmas que para
igualarse al hombre la mujer tiene que renunciar a algo tan intrínsecamente
suyo como es gestar y parir.
-Nos oponemos a la idea que para que una
mujer sea tal haya de asumir el papel de engendrar, gestar y parir hijos. De
eso nada. La mujer es mucho más que eso y lo es por bastante más que eso. Aquí
no se trata de renunciar a nada, sino de liberarse de una servidumbre, de una carga
extenuante, para mantener los mismos privilegios que tienen los hombres con la
paternidad. Así son verdaderamente iguales. Y las mujeres actuales, al menos
las que acuden a nuestros Centros, no sienten que pierden nada porque ni se
consideran simples hembras, ni han conocido esos efectos del embarazo, ni se
les ha inculcado desde niñas las bondades de quedarse embarazadas, parir y
criar para ser mujeres plenas. Ser madres, o padres -volvió a mirar a Andrés
para que no se sintiera excluido de su discurso-, es mucho más que eso. Y ahí
entramos nosotros.
Silvia hizo una pausa y se levantó de la
mesa.
-Pero es mejor que lo veáis con vuestros
propios ojos. Acompañadme -añadió haciendo un gesto con la mano para que sus
entrevistados la siguieran.
Los tres salieron por una puerta
diferente a la que daba al recibidor. Atravesaron un amplio y luminoso pasillo
alcanzando una puerta blindada que disponía de un cerrojo informático de
seguridad. Silvia colocó su mentón en el lugar previsto para ello y el sistema
leyó su retina. Se escuchó un zumbido tras lo que se encendió un piloto verde y
la puerta se abrió.
Silvia, Andrés y Zoé entraron en una
enorme sala, tenuemente iluminada, con una suave música de fondo, que contenía
numerosas esferas de cristal traslúcido de apenas medio metro de diámetro
colocadas cada una de ellas sobre un pedestal de color negro y un metro de
alto. Este disponía en su parte alta de un teclado con visualizadores diversos,
e indicadores luminosos, cubierto por una tapa transparente cuya finalidad era
evitar que se pulsara algo accidentalmente. Todas las esferas tenían un código
alfanumérico adherido al cristal y en la base sobre la que se apoyaban. Y la
mayoría de ellas contenían fetos en diferente estado de evolución, suspendidos
en su propio turbio líquido amniótico y envueltos por una membrana que los
separaba del líquido, más nítido, en el que sobrenadaba todo el conjunto.
La sala mantenía una temperatura estable
y confortable gracias a su sistema de climatización por aerotermia que permitía
a los asistentes permanecer en mangas de camisa incluso en invierno.
-Como habréis advertido, son úteros artificiales
-confirmó Silvia-. Están muy lejos de los primeros que se diseñaron,
principalmente para permitir sobrevivir a los animales de cabaña prematuramente
nacidos, a mediados del siglo XX. Eran muy primitivos, con válvulas mecánicas,
tubos, relés y sin membranas permeables de intercambio de fluidos de ningún
tipo.
-¿Podemos hacer fotografías? -interrumpió
Andrés.
-Sí, sí -respondió Silvia-. Pero
aseguraos de borrar los códigos de los úteros artificiales al publicarlas; es
una cuestión de intimidad. Es importante.
Y continuó hablando.
-Como veis, en la base interna de estos
úteros artificiales hay un tejido similar a un endometrio que también es un
bioderivado. Lo construimos con una impresora 3D que está programada para
elaborar un estroma con sus glándulas y su fuerte vascularización con los
elementos que le proporcionamos en las diferentes cápsulas. Estas contienen el
material con el que se elaboran los bioequivalentes al tejido conjuntivo, las
glándulas y los vasos que lo componen. Estos últimos confluyen en otro más
grande que se conecta al sistema de la base para realizar la perfusión
sanguínea (la sangre que nosotros utilizamos también es artificial y
antigénicamente inerte) y alimentaria que necesitará el feto. Aquí implantamos
el cigoto ya dividido, que arraiga y comienza a desarrollarse por sí mismo
siguiendo su propio impulso. El ordenador central detecta las necesidades del
embrión de cada útero artificial y ajusta la temperatura, el fluido sanguíneo
y el alimentario, las concentraciones iónicas y las hormonales de un modo
automático para que su desarrollo sea óptimo.
Zoé preguntó:
-Ajá. ¿Entiendo, entonces, que cogéis
los espermatozoides y los óvulos, los jun-táis y colocáis aquí el huevo ya
fecundado para que se desarrolle?
-No, no -respondió Silvia-. Eso es
pasado. Ya no empleamos el engorroso y primitivo sistema de extraer óvulos de
la mujer fuertemente hormonada mediante una punción intravaginal, con sedación,
ni el psicológicamente agresivo método de hacer masturbarse en público al hombre
para recoger los espermatozoides de su eyaculado. No, no. Nada de eso. Ahora
nos limitamos a extraer células de la piel de cada cliente y en el laboratorio
les introducimos un cóctel de genes que las transforman en células madres
totipotentes con la capacidad de generar gametos masculinos y femeninos
plenamente maduros en pocas semanas. Tras ello, introducimos el material
genético del "espermatozoide" artificial en el "óvulo"
artificial y esperamos a que comience a dividirse. Una semana después, cuando está
en fase de blastocisto, lo implantamos en ese biosimilar de endometrio
debidamente preparado con hormonas. Este es mi trabajo concreto, además de
hacer las presentaciones.
Silvia se paró frente a un útero que
parecía vacío e invitó a Andrés y Zoé a que lo mirasen bien.
-Mirad ahí abajo. Ese bultito que
comienza a sobresalir está hueco y contiene un embrión que ya ha anidado en el
endometrio artificial. Está desarrollándose siguiendo su propio impulso
genético, con una placenta generada por él mismo, a la que le une su propio
cordón umbilical, envuelto en su propio saco amniótico: como sucede en un útero
natural. El ordenador se encarga de monitorizar todo el proceso, haciendo
analíticas regularmente que le indican los elementos que debe incorporar o retirar
en cada momento. Y la gestación se desarrolla de un modo similar que en el
interior de una mujer.
Tras un teatral silencio, Silvia
prosiguió con una sonrisa en los labios:
-Los padres pueden visitar a sus bebés
en cualquier momento del proceso, aunque con cita previa para evitar
aglomeraciones. Así asisten al desarrollo de sus bebés durante toda su
gestación. Y si miráis las demás matrices artificiales, con fetos en diferentes
estadios de evolución, comprobaréis que crecen con total normalidad hasta el
momento del, digamos, “parto”. Cada uno de ellos tiene a su padre y a su madre;
son diferentes; no son clones fruto de experimentos irreflexivos.
-¿Y cómo se produce ese “parto”?
-preguntó Zoé de nuevo.
Antes de responder, Silvia se vio interrumpida
por unos gritos procedentes del exterior. Se oían muy mitigados debido a la
insonorización del espacio, pero era posible advertir que algo sucedía en las
afueras del edificio.
-¿Qué es eso? -pregunto Andrés esta vez.
-Oh, la manifestación de siempre
-respondió Silvia haciendo un gesto displicente con una mano.
Y ante el gesto de incredulidad dibujado
en el rostro de los dos periodistas, Silvia añadió:
-Sucede desde hace muchos años; desde
que comenzamos nuestra actividad realmente. Varios grupos de personas opuestas
a nuestra actividad se manifiestan a esta hora todos los días y luego se van.
Protestan porque, según ellos, desnaturalizamos a las mujeres privándolas de su
misión de gestar y parir y, como os dije al principio, nos acusan de fabricar
bebés y comerciar con ellos. Unos nos acusan de ir contra los designios divinos
y otros de atentar contra los derechos de las mujeres. ¡Como si nosotros obligáramos
a alguien a solicitar nuestros servicios! -añadió como sorprendida-. Ya os dije
antes que liberamos a la mujer de la servidumbre que le impuso la Naturaleza de
gestar y parir. Hemos logrado que su maternidad sea similar a la paternidad. Y
que no sufran el gasto psicológico, biológico y social que supone un embarazo y
el parto; con todo lo que eso implica. Con nuestro sistema las mujeres son
mujeres, no hembras.
Calló un instante y se dirigió
específicamente a Zoé.
-Respondiendo a tu pregunta sobre cómo
se produce el “parto” voy a intentar que presenciéis uno en directo. Añadirá garra a vuestro reportaje. Podréis hacer
fotografías desenfocando los rostros que aparezcan en ellas. Esperad un momento
que voy a llamar a Recepción.
Silvia pulsó varias veces el teclado de su
muñequera y habló:
-¿Linda?
-¿Sí? -escuchó por el auricular
conectado inalámbricamente al miniordenador de su brazalete.
-Oye, soy Silvia. Dile a la pareja que
está en la sala de espera que tengo aquí a unos periodistas que están haciendo
un reportaje sobre nuestro trabajo. Y pregúntales si tendrían algún
inconveniente en que presenciaran el nacimiento de su hijo e hicieran algunas fotografías.
-Un momento -respondió Linda, la
recepcionista.
Y
unos instantes después volvió a hablar:
-Silvia, dicen que no tienen ningún
inconveniente.
-Entonces, hazles pasar. Dirígelos al “paritorio”,
por favor. Allí nos encontraremos con ellos -y mirando a André y Zoé-.
Seguidme.
Salieron de la espaciosa sala por otra
puerta y, tras cruzar un breve pasillo muy bien iluminado también, alcanzaron
otro portón que, tras cruzarlo, les abocó a una sala pequeña muy parecida a un
quirófano. Todo ello con las correspondientes identificaciones mediante la
retina de Silvia. Durante el trayecto, Andrés preguntaba:
-¿Y estas técnicas se aplican sólo a las
parejas heterosexuales?
-En absoluto -replicó Silvia-. Nuestras
técnicas son aplicables tanto a parejas heterosexuales como a las homosexuales
de uno u otro sexo, incluso a hombres o mujeres que desean ser padres en
solitario. Tenemos un banco de células de la piel de ambos sexos congeladas
para atender a todas las necesidades. Y estas donaciones son verdaderamente
altruistas; no damos dinero por ello, como se hacía antes cuando alguien “donaba”
(más bien vendía) semen u ovocitos, bajo la excusa de compensarles por las molestias
ocasionadas.
Nada más alcanzar lo que parecía ser un
quirófano sin cama, entraron por otra puerta Carmina y Alejandro, quienes iban a
ser papás en ese momento, acompañados por Linda. Y cuando ésta se fue tras el
saludo de rigor, entró por una tercera puerta un auxiliar empujando el soporte
que albergaba la matriz número ZD-43-QACV-02/04/2035 (estas últimas cifras en
referencia al día de la “fecundación”), el útero artificial que había gestado
el bebé de los jóvenes padres. Era un niño. Y tras él iban Amelia, la tocóloga
del Centro y Fernando, el enfermero.
Carmina y Alejandro no pudieron menos
que sonreír tiernamente y con ilusión ante la perspectiva de tener a su hijo finalmente
en sus brazos.
El auxiliar se marchó mientras Amelia y Fernando
se ajustaban un traje estéril, se ponían guantes igualmente estériles y se calaban
unas amplias gafas para evitar salpicaduras.
Zoé le preguntó a Carmina:
-¿Cómo te has sentido durante la
gestación del bebé?
-Excitadísima ante la esperanza de tener
un hijo -respondió la interpelada-. Verlo crecer en esa matriz artificial ha
sido muy ilusionante, muy bonito. Una sensación indescriptible, sin parecido a
ninguna otra.
-¿Y no has echado de menos estar tú
embarazada, sentir las pataditas que daba en tu tripa y esas cosas?
-¡Pero qué dices! Verlo crecer día a
día, semana a semana es lo que nos ha hecho más ilusión. Y la hemos compartido
porque lo veíamos crecer los dos juntos -dijo Carmina cogiendo de la mano a
Alejandro y mirándole con ternura-. ¡Qué horror, sentir cómo te crecen la tripa
y las tetas, sentir las nauseas, el sueño, sin poder casi caminar al final del
embarazo… No, no. Y luego el parto. ¡Hala! Ahí… Toda abierta de piernas ante un
montón de personas, y haciéndote caca sin poder evitarlo! Vamos, vamos. Ni
pensarlo. Además de no poderme permitir ese sobreesfuerzo en el trabajo, ni
querer alterar el ritmo de relaciones sexuales con mi marido…
-Venga, venga. Basta ya de palabrería
que vamos a asistir al nacimiento de un bebé de mediados del siglo XXI -rezongó
Silvia mientras se ajustaba una mascarilla para ocultar la nariz y la boca.
Acción que todos los presentes imitaron.
El “parto” artificial fue muy rápido. Amelia
pulsó un botón que llenó la matriz de aire a presión mientras se vaciaba de la solución
que rodeaba al bebé envuelto en sus membranas, mientras realizaba un corte en
la bolsa amniótica con unas pequeñas tijeras guiada con una palanca de mando
exterior, para evacuar el líquido amniótico. Poco a poco, la presión cedió y el
bebé quedó cómodamente recostado sobre la placenta.
Amelia pulsó otro botón que dio origen a
un zumbido y al encendido de un piloto de color verde, tras lo cual, agarró con
las dos manos la capsula, le hizo un cuarto de giro, la levantó y se la dio a
Fernando que la depositó sobre la mesa de instrumentos. El bebé quedó expuesto
por vez primera al aire exterior aún envuelto en sus membranas. La tocóloga las
rasgó completamente con otras tijeras esterilizadas y lo dejó completamente al
descubierto. Después instó a Alejandro a que pinzara el cordón umbilical con un
clip especial y esterilizado que el enfermero le alcanzó tras extraerlo de una
funda transparente. E indicó a Carmina que cortara el cordón con las tijeras
que le ofrecía.
Ambos hicieron lo que les indicaban
visiblemente emocionados, y cuando el bebé se quedó sin la sangre oxigenada
procedente de la placenta, abrió la boca, aspiró una gran bocanada de aire y lo
soltó envuelto en el grito de un gran llanto.
Era su forma de decir: ¡Aquí estoy!
Fernando lo cogió y se lo dio al
pediatra neonatólogo que acababa de entrar vestido de la misma manera que los
otros dos sanitarios. Éste lo colocó sobre una mesa bien mullida, le hizo las
primeras exploraciones y análisis para finalmente diagnosticar:
-Es un niño sano. ¡Enhorabuena!
Y se lo entregó a sus padres envuelto en
la cálida manta que ellos habían traído al efecto.
Ambos se derritieron al sostener por
primera vez al niño entre sus brazos, por turnos, mientras se besaban henchidos
de amor.
-Este niño es muy listo -apuntó Andrés
visiblemente emocionado también-. Fijaos cómo ha abierto los ojos nada más
nacer y mira todo lo que le rodea.
Los asistentes sonrieron y Silvia
exclamó dirigiéndose a los periodistas:
-Esto hace que mis días merezcan ser
vividos. Traer al mundo nuevos seres en las mejores condiciones, habiendo
liberado a las madres de su servidumbre biológica por ser las hembras de la
especie, es un verdadero placer. Vale la pena. Y la vida continúa.
miércoles, 6 de octubre de 2021
LA COTA DE MALLA
Ya está aquí.
Para los que os guste la novela histórica.
Después de "El espejo de Gisela" vuelvo a la Edad Media española con mi nuevo libro "La cota de malla", que reúne ocho relatos cortos en 150 páginas.
Todos ellos tienen las mismas características que ya se perfilaron en "El espejo de Gisela": texto ameno y de fácil lectura, un sólido fundamento histórico, con unas tramas y desenlaces trufados de misterio, intriga, suspense y magia.
Lo que sin duda alguna os hará pasar un buen rato.
El libro solo puede adquirirse desde este enlace a Amazon.