jueves, 6 de junio de 2013

LA MEDIOCRIDAD DEGENERATIVA

Nuestro país padece un mal de difícil curación porque quienes podrían solucionarlo son parte del problema y no están interesados en hacerlo. Este mal se llama mediocridad.
En España no se premia el esfuerzo, la excelencia, el talento y la buena formación. Más al contrario, se fomenta la mediocridad en todos los estamentos, premiando el amiguismo, la fidelidad y tener un perfil bajo que no haga sombra.
Eso permite que grandes mediocres, pero perros fieles, alcancen puestos de decisión relevantes para los que no están cualificados.
Esta cuestión es relevante, pues impide adoptar medidas racionales y ajustadas a los problemas que se intentan resolver, porque quienes tienen que hacerlo no están capacitados para ello.
Y es más relevante aún porque es un sistema (la conjura de los mediocres, parafraseando libremente a John K Toole) que se perpetúa a sí mismo y produce un hundimiento del sistema en mayores simas de mediocridad, siguiendo un esquema similar a la evolución de las especies.
Cabría pensar que quien es mediocre, y sabe que lo es, al alcanzar una cuota de poder en cualquier escenario social, intentará rodearse de gente valiosa que faciliten su trabajo y le aporten aquellas cosas de las que carece. Pero no sucede así. El mediocre sufre por su mediocridad y la única forma de limitar su amargura es evitar, precisamente, a gente más valiosa que él. Por eso, intenta, y consigue, rodearse de otros mediocres que no le hagan sombra. Y, si es posible, más mediocres que él para sentirse más seguro en su papel.
Así, promocionará a mediocres que no le hagan sombra que, serán, a su vez, quienes alcancen los puestos directivos de los mediocres que les eligieron. Con lo cual, vuelve a iniciarse el ciclo y ese segundo mediocre elegirá rodearse de otros más mediocres que él para sentirse seguro en ese puesto.
Y, así, la mediocridad, seguida de mediocridad, genera un proceso involutivo que la hace perdurable y la profundiza cada vez más. Por eso, decía que la mediocridad es degenerativa.
En el camino se quedan los mejores dotados, preparados y resolutivos, porque el recelo de los mediocres (que no resisten que nadie les haga sombra) los arrumba a trabajos de menor responsabilidad y los encamina hacia el exterminio.
El resultado final de esa lucha la padecen todos los miembros del grupo social que se ven sometidos a decisiones ineficaces y están liderados por personajes insolventes.

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